AHORA SALVEMOS EL CENTRO

Por Pacho Centeno



Superada la euforia que nos produjo la materialización del sueño de ver re-inaugurado el Teatro Santander, pasemos al trasfondo que motivó su salvación en 2007 y que es un asunto de mayor trascendencia: la renovación urbana, económica, social y cultural del Centro de Bucaramanga; que dista mucho de lo que los alcaldes han denominado en su momento como “la recuperación del espacio público”.

Una de las motivaciones para salvar el Teatro Santander, que quedó explícitamente establecida en la proposición que le hizo el Concejo de Bucaramanga al alcalde Honorio Galvis Aguilar cuando se le pidió que comprara el teatro ese año, fue que el teatro y el Centro Cultural del Oriente eran dos edificios emblemáticos fundamentales que debían integrarse para la recuperación del Centro de la ciudad. De eso se venía hablando desde el gobierno de Luis Fernando Cote Peña (1998-2000), el cual dio los primeros pasos creando la Corporación Centro Cultural del Oriente para restaurar el antiguo colegio El Pilar (Monumento Nacional) y realizando la restitución del espacio público mediante la re-ubicación de los vendedores ambulantes en los centros comerciales Feghali y San Bazar. Recuerdo que a 31 de diciembre de 2000 no había una sola caseta ni puesto ambulante de venta callejera en todo el Centro de Bucaramanga, una fotografía inimaginable hasta ese momento.

Anteriormente, en 1987, el alcalde Plinio Silva Marín había desalojado a los comerciantes del “sanandresito” que invadió durante muchos años el parque Centenario y nos había devuelto este emblemático parque a los ciudadanos. Cote Peña también hizo un proyecto piloto de mejoramiento del entorno urbano y de  las fachadas de los negocios de la carrera 16 entre calle 33 y avenida Quebrada Seca con la participación de los comerciantes.

Pero luego llegó el alcalde Iván Moreno Rojas arrasando todo lo que había hecho Cote Peña, y lo primero que hizo fue permitir que los vendedores ambulantes volvieran a ocupar las calles y los andenes del Centro, lo que se mantuvo en los gobiernos de Honorio Galvis Aguilar y Fernando Vargas Mendoza, es decir durante doce años. Lo que sí avanzó significativamente en estos tres gobiernos fue la restauración del Centro Cultural del Oriente, que alcanzó a ser inaugurado por Iván Moreno Rojas cuando apenas se había recuperado una tercera parte del edificio y que Vargas Mendoza entregó al 90%, faltando aún por terminar el resto. El otro día me encontré con Rafael Marín Valencia en el Centro Cultural y le dije que también debía ayudarnos a terminar ese proyecto, y me dijo que después de que terminara el Teatro Santander, ojalá se acuerde.

También en ese periodo se realizó la acertada renovación del parque Santander, diseñada por el Colectivo CITU, pagada por cuenta del gobierno departamental de Horacio Serpa Uribe y motivada en la celebración del Bicentenario del Grito de la Independencia en 2010.

Después llegó el alcalde Luis Francisco Bohórquez obsesionado con la restitución del espacio público e implementó una estrategia de choque con los vendedores ambulantes que le produjo un gran desgaste a su gobierno, pero que finalmente remató con el mejoramiento del Paseo del Comercio, la exposición de las hormigas hechas por importantes artistas de la ciudad, y la renovación de los parques del Centro que presentaban ostensible deterioro: Centenario, García Rovira, Romero, Antonia Santos y Simón Bolívar.

Finalmente llegó el alcalde Rodolfo Hernández quien le otorga concesiones a los vendedores ambulantes para que regresen a las calles y los parques, consolida el proyecto del Teatro Santander y funcionaliza de mejor manera el Centro Cultural del Oriente ubicando allí la sede de la Escuela Municipal de Artes (EMA) hecha realidad en el gobierno de Bohórquez.

Grosso modo, este breve recuento que acabo de exponer permite vislumbrar que no ha existido en los últimos 20 años una política municipal integral, coherente, articulada y continua para la recuperación del Centro de Bucaramanga; y hasta pareciera entreverse que los gobernantes han cogido el Centro de la ciudad como escenario de confrontación de sus diferencias políticas y sus conflictos personales, lo que ha provocado colateralmente el deterioro progresivo de la convivencia ciudadana, la permisividad de prácticas ilegales, la desatención de problemáticas sociales y la no consolidación de una estética urbana que permita generar suficiente confianza en habitantes y visitantes para que se genere una dinámica comercial mucho más productiva y una mayor apropiación de los patrimonios y los imaginarios urbanos relacionados con la historia de la ciudad; como si lo han logrado otras ciudades colombianas y del mundo que decidieron adoptar sus centros como laboratorios de renovación de la vida ciudadana, de resignificación de la identidad cultural y revitalización de la economía local.

Aunque muchos no lo alcancen a ver, el Centro de Bucaramanga es muy hermoso, y por estos días se ha puesto aún más con la llegada al escenario urbano del majestuoso Teatro Santander. Pero el teatro, como muchos otros bellos patrimonios arquitectónicos que tiene el Centro,  no es más que una joya en medio de un barrizal que terminará salpicándolo, o des-funcionalizándolo si no hacemos algo al respecto.

Doce años tardamos en abrir nuevamente las puertas del Teatro Santander desde que empezamos a salvarlo aquel 17 marzo de 2007 en el Concejo de Bucaramanga. Sin embargo, no fuimos capaces de sacar un solo día en todos esos años para sentarnos a construir esa política transversal, sin fronteras de gobierno, que posibilitara recuperar su entorno y el Centro en su conjunto; aunque lo alertáramos tantas veces y con tanta vehemencia desde ese extraordinario proyecto llamado “El Centro con las Salas Abiertas”, que nos inventamos bajo el liderazgo de Carmen Alicia Remolina en aquel otro tintico en la Cámara de Comercio en el año 2012 (no sé qué le echarán al tinto en la Cámara de Comercio de Bucaramanga que inspira tantas buenas ideas).

Acciones se han hecho y muchas, unas a favor y otras en contra de salvar el Centro, así que ya es hora de que nos pongamos serios con el asunto, especialmente desde el gobierno municipal, porque  es un tema que sobrepasa la capacidad de unas cuantas personas y exige el concurso de la sociedad en su conjunto; y que va mucho más allá del escenario de las ventas ambulantes en el espacio público, en donde casi todos los alcaldes han centrado y reducido su interés o desinterés. Se trata de echar a andar una política que permita la renovación urbana, económica, social y cultural del Centro de la ciudad, como lo vienen logrando ciudades como Bogotá, Medellín, Barranquilla, Santa Marta, Cúcuta y hasta Riohacha, por mencionar algunas.

Como le dije en 2007 al candidato a la alcaldía Fernando Vargas Mendoza, “yo lo apoyo si compra el Teatro Santander”, hoy le digo a los candidatos a la alcaldía, “yo apoyo al que se comprometa a salvar el Centro”, siempre y cuando se le vean las capacidades para hacerlo, claro está.

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